EDUARDO PÉREZ LÓPEZ

Eduardo Pérez López es tudelano pero lleva en León casi cuarenta años y son leoneses los cuatro hijos de su matrimonio. Estamos, pues, ante otro leonés de adopción.
Nuestro hombre se incorporó a la Junta Directiva de La Cultural en el ario 58 y en calidad de Secretario General. Era Presidente, recordemos, José Montes, un furibundo hincha del Betis que llegó a León para ocupar un alto cargo en un organismo estatal… sucedía a Antonio Amilivia y accedió a ocuparse del primer equipo leonés tras fallidos intentos suyos y de otras personas para encontrar otros candidatos. José Montes incorporó a su Junta una serie de personas de gran valía. Entre ellas nuestro interlocutor…
«Efectivamente. En la primera temporada de directivo, con mi buen amigo Montes como Presidente y la segunda, y como emergencia, sustituyendo a Montes que, por causas ajenas a su voluntad hubo de marcharse. Pero vamos a contarlo por partes. En el mes de agosto de 1958, cuando José Montes se convirtió en Presidente, la sociedad presentaba una plantilla con menos de once jugadores; la amenaza latente de la Federación de excluir a La Cultural de Segunda División si no se abonaban las muchas deudas; sin tiempo para buscar refuerzos, pues la Liga se iniciaba al mes siguiente. Bueno… hubo de colocar remiendos a toda marcha y —lógicamente— se pagaron los antecedentes, la falta de experiencia y las prisas. El equipo dió con sus «huesos» en Tercera División. Como entrenador teníamos a Mundo, aquel que fuera jugador internacional, y luego le suplió Calo, pero sin suerte. El caso es que la Junta se hizo el firme propósito (se juramentó, podríamos decir) de no abandonar hasta que el equipo retornara a Segunda. Se iniciaron las tareas precisas de fichajes, se buscó entrenador, etc., y en la Asamblea de pre—temporada Montes le dijo a los socios que formaríamos un equipo para pasearse por Tercera División con vía directa a la Segunda. Recuerdo que aquello no sentó bien entre los aficionados ni la crítica. Por si esto fuera poco, Montes —era funcionario, no lo olvidemos— se marcha antes de empezar la Liga y trata de buscar un sustituto dentro de la propia Junta. Nosotros habíamos dicho que era mejor un relevo, esto es, nueva gente, pero que —fieles a la promesa hecha en su día— si no aparecía nadie tendríamos que seguir. Bueno… recuerdo que hasta última hora no se presentó candidatura alguna. Luego apareció una que encabezaba don José Reyero y, finalmente, otra. El problema era que no se ofrecían suficientes garantías económicas y que, entonces, en una amistosa conversación con el señor Reyero (gran amigo de Montes) este optó por abandonar en beneficio común y de forma caballerosa. Así es como asumí yo el cargo de presidente de una gestora con el respaldo de la Federación Nacional y el oportuno nombramiento. Aparte de seguir los del «equipo de José Montes» incorporamos a otros. Creo no olvidar a alguno si cito: Manuel Arroyo Quiñones, Juan Antonio Carro, Juan Díez Robles, Ramiro Jover, Enrique Bel, Domingo Fernández, Enrique Hidalgo, Fernando Rodríguez Cardet y Andrés Edo.
Se incorporaron Baldomero Lobato, padre, y Vicente Vidal. Teníamos como asesor religioso al padre Victor López. Como se puede comprobar un grupo de relevantes personalidades y a ellos se debió —con mi humilde colaboración— el éxito logrado…».
Sí. Curiosamente la bravuconada (y no hay sentido peyorativo en la expresión) del expresidente Montes se cumplía…
«… Sí. Esa especie de profecía de José Montes se cumplió totalmente al lograr La Cultural, en un alarde de fuerza y entrega, lograr el ascenso a Segunda División al término de la campaña 58/59 no en plan de «paseo» sino en un trabajo serio de regularidad, tesón y trabajo, compartidos por técnicos, jugadores, directivos y afición…
De recuerdo imborrable aquella promoción para ascender que disputó La Cultural a doble partido contra el Amistad de Zaragoza, equipo que figuraba entre los goleadores de su grupo. El primer partido fué «de ida» y se jugó en el desaparecido campo de El Torrero y a punto estuvo de suspenderse pues una fuerte tromba de agua y una tormenta asoló Zaragoza durante horas. Los graderíos, que estaban casi llenos, se vaciaron. El campo estaba convertido en una laguna. El árbitro dijo que lo mejor era suspender el partido. A nosotros, naturalmente, nos interesaba jugar, pues en un campo así iba a ser difícil que nos metiesen muchos goles. El caso es que le convencimos. Y como habíamos pronosticado no hubo goles: empate a cero. Cierto que los del Amistad atacaron constantemente y prodigaron, mal que bien, los disparos a puerta. Nosotros tuvimos un coloso en Amaro, imbatible bajo los palos. El equipo de aquella memorable jornada lo formaron: Amaro; Campón, Seoane, Gutiérrez; Trujillo, Flórez II; Viesca, Revuelta I, Torres—Pardo, Baila y Guzmán. Después vino el choque decisivo en el Amilivia y creo que jugaron los mismos. El caso es que a la primera de cambio los maños se adelantaron en el marcador y los nervios hicieron su aparición en el campo y en las gradas. Llegó el empate y luego el dos a uno. No recuerdo ahora bien como fué la cadencia del marcador pero el partido finalizó con nuestra victoria por 4-2 y sí recuerdo que el último gol lo consiguió el ariete Torres—Pardo. Un partido emocionante, bronco, con arbitraje del coruñés Naya que expulsó a un jugador por equipo: Serer y Viesca. Aparte de los protagonistas directos, esos once que he citado, contamos en la temporada con Mambrilla, portero titular que se lesionó precisamente en vísperas de la promoción, con Monchín, Lolo, Nano, Flórez I, Fidel, Lechuga, Puigdeval…».
Eduardo Pérez, que tomó el relevo a José Montes, pudo decir al fin eso de misión cumplida. Pero no todo fué un camino de rosas…
«Tuvimos que buscar, iniciada la temporada, un defensa central con toda urgencia. Se nos recomendó a Seoane que estaba en el Celta de Vigo, pero nos exigieron la entrega de unos miles de pesetas.
Reunión urgente de toda la Junta y acordamos aportarlas (Pérez López aún guarda entre sus papeles una letra por veinticinco mil pesetas) para que Tagarro, con el dinerito en la mano, se fuera a Vigo a buscar a Seoane que, por cierto, dió un excelente resultado. Otro jugador que resultó barato pese a pagar mucho fué el centro delantero Torres—Pardo, máximo goleador del grupo con veintisiete tantos. El ascenso, sí, costó muchos sacrificios y la única satisfacción fué esa, precisamente, conseguir la categoría perdida. Pero nadie ayudó… y menos que nadie la Federación. Resulta que la Regional amenazó con embargarnos la taquilla por una deuda de cuarenta mil pesetas cuando la prensa de aquellas fechas publicaba débitos de dos millones del Coruña, Las Palmas, Granada y Español… gracias a la intervención del federativo Sanz San Antonio la cosa no pasó a mayores… y por si fuera poco la propia delegación leonesa (Federación Comarcal de León) fué negativa durante nuestro mandato…».
Es curioso. Suben ustedes al equipo, fichan a estupendos jugadores y se marchan ¿seguro que fué así…?
Eduardo Pérez López, ni pestañea: «Seguro… seguro que fué así. Habíamos prometido continuar, solamente, hasta que La Cultural recobrase la categoría con que se nos entregó. Ni un minuto más. Conseguido el objetivo convocamos Asamblea Extraordinaria de
compromisarios para informarles de la situación del club y presentar nuestra dimisión irrevocable.
Por fortuna el balance de nuestra gesión económica arrojaba superávit con saldos disponibles en Bancos y en Caja para atender las pequeñas cuentas no presentadas aún al cobro. En lo referente al sueldo de la plantilla se pagaría antes del diez de junio, fecha en que ya estarían recaudados los fondos de recibos de socios.
Se designó la Comisión Económica y nos fuimos con la misión cumplida. Lo que vino después, naturalmente, ya es otra cosa…».
Otro capítulo. Y nosotros claro que lo ofrecemos con sólo pasar la página. Antes hay que cerrar esta con el aplauso a este navarrico que puso toda su pasión en beneficio de La Cultural y que cumplió su promesa (alegre promesa) heredada de un antecesor…
