ISAAC Y «LA CULTU» DE LOS 40
Isaac Ferrero —Isaac, su nombre deportivo— fué a juicio de muchos el mejor delantero centro que tuvo La Cultural Leonesa desde la posguerra a nuestros días. Pudo serlo todo en el fútbol y abandonó el balompié, por voluntad propia, a los veintidós años. El cuenta ahora el prólogo de este capítulo: «Oficialmente, creo recordar que comencé a jugar en el año 40. Al menos para el gran público. Ya antes daba patadas pero eso no cuenta… Sí. Fué con motivo de las fiestas leonesas de San Juan y San Pedro en un amistoso concertado por La Cultural con el Deportivo de La Coruña. El defensa Román, un excelente jugador, estudiante de veterinaria, destacaba conmigo en el Santa Ana. La directiva culturalista le pidió a la de mi club que los dos reforzásemos al primer equipo leonés. Así fué y según parece lo hicimos muy bien. Curiosamente se ganó el partido y la directiva primó a todos los jugadores con treinta pesetas. A todos… menos a nosotros dos que éramos «forasteros». Naturalmente fuimos a ver al presidente de La Cultural (don Francisco González Valdés) quien nos envió al cajero (un señor que se le conocía por Bilbao) y nos dieron, por fin, los seis duretes. Y tambien, una orden… que pasáramos por el domicilio del Club, en la Rúa, encima del Bar Sevilla. Y allí nos pusieron unos papeles y, sin leerlos, firmamos. Nuestra gran ilusión era jugar en el primer equipo de la ciudad ifíjate! pero luego nos enteramos que con la firma habíamos quedado sujetos «de por vida…» Nos cedieron de nuevo al Santa Ana y en un torneo (en el que participaban otros equipos además de nosotros y La Cultural) un directivo de otro club protestó por nuestra alineación en Santa Ana ya que éramos «jugadores de La Cultural». Definitivamente volvimos a La Cultural y afronté la temporada 41-42 coincidiendo con la inauguración del que se llamaría «Campo de la Corredera», que daba a la calle de ese nombre; el rival era, ni más ni menos, la Ponferrádina. Pues bien, yo debuté en ese derby y fuí el autor del primer gol culturalista en ese campo. Jugábamos en Tercera División. De aquella época recuerdo a Penucos y Publio, porteros; defensas como Goyo, Calo, Román; Severino y Angelín, medios; Arturo, Sixto, Manrique, delanteros… estoy improvisando. Sé que me dejo muchos en el olvido. Yo era un goleador. Mirad… no había tácticas ni marcaje al hombre. Sólo la lucha en carrera con el defensa; el salto, es sprint y ver puerta enseguida. ¿Mi mejor gol?. Por su resonancia uno que le marqué al entonces Unión Popular La Felguera. Fué un partido de desempate en una promoción de ascenso que jugamos en campo neutral, en Buenavista de Oviedo. Fué una de esas jugadas que te «salen por el libro…». Nos estaban dominando; yo «robé» un balón en la zona de nuestra defensa; me lancé en carrera; burlé hasta tres contrarios y a la altura del área lancé un chupinazo que entró como una exhalación por la escuadra. Caí al suelo medio roto por el esfuerzo. Pero aún recuerdo que el público ovetense estuvo más de dos minutos aplaudiéndome. Fué algo inolvidable…» ¿Era Isaac titular indiscutible? «No, qué va. Llegaron Fernández, de Sevilla y Tavilo —gran amigó mío— y la afición repartió sus preferencias. Los había «fernandistas», «tavilistas» y, también «isacistas». Si salía yo, un sector del público pedía a los otros… y si salían ellos se acordaban de mí. Pero debo reconocer que en estas «luchas» casi siempre perdemos los de casa…, los de la cantera. También debo añadir que poco a poco me fuí haciendo insustituible. ¿queréis una alineación de gala, de aquellos tiempos? Pues… Olmos o López; Caló, Román; Severino, Angelín, Inchaurbe; Gamonal, Hernández, yo, Muñoz y Andrade. En cuanto a entrenadores recuerdo a Paradela, Isidro, Amadeo, Alejandro. Isidro a mí (que era el más joven de la plantilla; curiosamente hasta que colgué las botas siempre fuí el benjamín) me trataba como a un hijo…; Alejandro era un mago de lo que hoy puede llama se «la psicología». ¿Sabes que cantábamos a coro, como si fuéramos de romería, antes de saltar al campo?. Era una especie de «relax» y nos motivaba para luchar como leones.

¿Presidentes? Bueno, conocí a González Valdés, Antonio. Amilivia y José Reyero. Eran grandes personas pero —tengo que insistirlo— siempre trataban mejor a los de fuera. A mí el fútbol me dió por todo beneficio cinco mil pesetas y estuve a punto de quedarme sin ellas. Cansado de hacer el «primo» me planté. O daban el dinero o les dejaba. Al final pude cobrarlas…» Isaac pudo jugar en Cataluña, ¿no? «Efectivamente. Mi fichaje por el Español no se llevó a cabo, pues ellos querían pagar a plazos y yo todo junto. El caso es que al regreso de un partido de Mallorca jugamos un amistoso con el Barcelona. Allí estaban, en la grada, técnicos del Español y Samitier del Barça. Me dijo que me esperaba el Presidente para tratar de mi fichaje y yo —cosas de la juventud— le dije que otro día , pues había quedado con unos amigos para ir al cine. A los del Español les dije que de plazos, nada. Dinero’ en mano. Poco después vinieron a León dos directivos del Barcelona para tratar el traspaso de Gamonal, un gran extremo, y por mediación de Calo y César, acudí a una reunión con estos directivos… pero no me convencieron. ¿Que si me pesó? Bueno, después, cuando el campeonato del mundo en Río y al oir por radio el nombre de Hernández sentí cierta envidia pensando que, tal vez, de haberme enrolado en un club de campanillas podría estar yo en ese mismo lugar. Otra oferia, ésta del Real Madrid, me llegó a través de Enrique Blanco Pérez. Ponían medio millón a mi disposición… sin más. Ni pruebas, ni nada. Pero tiraba la tierra…, la mujer (entonces mi novia) y afortunadamente no me apuraba «la cosa» económica.» ¿Más ofertas? «Si, una muy golosa del Atlético de Madrid, y el Oviedo insistió muchas veces para mi fichaje.» ¿Anécdotas? «Me dan cierto reparo, pues se refieren a mí… Por ejemplo, como siempre marcaba goles en los partidos, Arrieta y Severino, me decían en el vestuario: «¿cómo quedamos hoy?», yo les contestaba: » iyo que sé!»; ellos insistían: «con tus goles y uno que encajemos o ninguno, resultado completo.»


Recuerdo, también, que por aquel entonces actuaba en el Barcelona un jugador muy bueno que se llamaba Martín. A mí la prensa en Santander me llamaba «el Martín de segunda división»… Y tengo la más significativa: En mi última época de futbolista la directiva fichó a Roger, Calixto, Noguerales, Muñoz y Andrade, jugadores ya pasados que procedían del Atlético de Madrid. Con nombre, solamente, pero que costaban lo suyo. Y nosotros, los de aquí, que dábamos el callo, no recibíamos un duro. Aquello colmó mi paciencia. Le dije a Severino que teníamos que plantear nuestro problema económico a la Junta. Dicho y hecho. Un directivo (de cuyo nombre mejor no acordarme) me contestó: «Pase mañana por mi casa para hablar de esto… pero que le acompañe su padre». No me agradó, pero así se hizo. (Es obligado hacer un inciso y recordar que, entonces, yo cumplía la mili en León). Pues bien, el citado directivo, que atendía consulta en su casa, después de recibirnos con cierto despotismo, le dijo a mi padre: «Tengo mucha prisa. O su hijo firma sin más, por otra temporada, o desde mañana se marcha a hacer trincheras a Asturias». Y como mi padre me necesitaba en el negocio, cedí… pero sólo hasta que me entregaron la cartilla militar con la licencia. Con ella en mi poder fuí a ver otra vez a este señor y le dije: «Oiga, búsquese otro Isaac, que este no juega más». Y amargado, me retiré del fútbol. Creo, sinceramente, que en mi mejor momento. Yo tenía veintidós años.» Isaac Ferrero, Isaac, genio y figura, nos contó otro importante
