MICHE, UN PUNTAL

Antonio Flórez Díez, «Miche», tiene un capítulo en la historia del primer club leonés por derecho propio…
«Mi iniciación al balompié, cuenta «Miche», fué en el Colegio de los Agustinos. Pasé después a un equipo de barrio llamado «El Aguila» y, luego, al Club Jalisco. Más tarde al Hércules, representativo de la barriada de Burgo Nuevo, y ya el salto a La Cultural. Tal vez había destacado en algunos partidos y los técnicos se fijaron en mí. Jugué en el campo de La Corredera. Recuerdo de aquella época entrañable a Isidro, que trabajaba con nosotros, y a Bernardo «el táctico», que te enseñaba esas pequeñas cosas que al final, todas unidas, significaban la enciclopedia indispensable de todo jugador. Hoy debo repetir que todo lo que sé del fútbol lo aprendí con él. En un pedazo de cancha hacíamos «triángulos» y el fútbol es, y lo fué antes y lo será siempre, el dominio del balón en un pequeño trozo de terreno… que luego, sumados los triángulos, llevas al campo entero. Pues lo dicho, firmé como amateur en La Cultural que presidía esa gran persona que es don Salvador Rocha, tan bondados y humano con nosotros…».
«Miche», Antonio Flórez Díez, estuvo enrolado en La Cultural durante diez años.
«Sí. Conocí a otros presidentes: Antonio Díez, José Montes, Eduardo Pérez López, Antonio Amilivia… tal vez mi mayor admiración sea para don Antonio con quien el club vivió su etapa de oro.
Tres temporadas inolvidables: ascenso de Tercera a Segunda, luego de Segunda a Primera. En cuanto a entrenadores también recuerdo muchos. Por ejemplo Silvosa, que era de El Ferrol, un gran técnico y eso que yo en su época figuraba de suplente, porque recuerdo que teníamos un extremo estupendo, Clemades, que después fichó el Sevilla. Silvosa me ayudaba mucho y me dió buenos consejos. Otro entrenador inolvidable fué Galarraga con quien se lograron esos tres ascensos. Conocí, también, a Mundo, que me tuvo en la grada seis o siete partidos. Era un hombre de fuerte carácter. Aquel año descendimos a Tercera… le sucedió a Calo, in extremis, y sin solución posible…».
También recuerda Miche a muchos y buenos jugadores:
«Si. Pero, de los de casa, de los de León, destaco a Vallejo, el mejor hombre para un club. Tenía vitola de internacional. Lástima que la suerte no le ayudara en el Atlético de Madrid. Tenía técnica, entrega, visión del juego de conjunto, compañerismo. Para mí Vallejo engloba todas las virtudes de un futbolista y en él personifico a tantos y tantos jugadores que dió la cantera y que iay! no fueron recompensados como se merecían».
Resulta que al descender La Cultural a Tercera, Miche se marchó a Ferrol. Allí jugó, y en Segunda, con Marcelino, el famoso centro delantero del gol a Rusia, que le ficharía el Zaragoza.
«Uno de los grandes recuerdos fué aquel Cultural—Real Madrid, de Liga, que merecimos ganar. !Cómo olvidarlo! Yo tuve en mis pies la oportunidad de dar la victoria. Primero un remate mío, de cabeza, dió en el poste. Un chut, ya batido Juanito Alonso, salió rozando la cepa del poste por querer colocar tanto el remate. Fijaros que mantuvimos el 0-1 (ventaja nuestra) durante todo el primer tiempo. Después el genial Di Stéfano nos empataba el partido y cuando se acababa todo nos meten «el gol del tonto»: un balón, sin problemas, que se cuela entre las piernas de los compañeros. Toda la prensa madrileña escribió que merecimos mejor suerte. ¿Equipo? Cosme; Chiqui, Ponte, Foces; Nino, Ciernen; Miche, César, Chas, Vallejo y Pueyo. Espera, espera. Tengo ahora la duda de si César alineó de central, en lugar de Ponte, y jugaba de extremo Rabanal…».
Miche empezó de extremo izquierda, pero luego le pasaron a la «banda»derecha. Era valiente, acometedor, con velocidad. Regateaba siempre con la derecha y lanzaba potentes remates con la izquierda.
Miche tampoco fué un hombre que pusiera problemas por los dineros:
«No, no. A mí me pagaron siempre lo estipulado menos en una ocasión en que un presidente me dijo: firma aquí y olvídate de todo.
Firmé perdonando un buen montón de pesetas. La mayor ficha fué con el ascenso: cincuenta mil pesetas. El sueldo, yo estaba soltero, era de 3.500. Las primas, en Primera, eran de mil y de dos mil pesetas. Yo sé que otros, los de fuera, cobraban más, pero…».
Miche recuerda algunos partidos de aquella campana en Primera:
«Mi mejor actuación fué en la temporada de ascenso a Primera.
Jugábamos en Zaragoza frente al titular. A los diez minutos ganábamos uno a cero, y en menos de otros diez minutos, Chaves, jugador zaragocista, nos metió dos goles. El partido estaba «cuesta arriba».
En una internada, conseguí descolocar a la defensa, chutar y fué el empate a dos. Después lanzo un saque de esquina y el portero estaba pendiente de Chas (nuestro delantero centro era un gran rematador de cabeza) y a mi me salió un disparo en parábola que se coló directamente. Y aún metimos otro gol (4-2 victoria final) para redondear el resultado. Tengo una anécdota de ese partido: Tras meter el segundo gol, un espectador la tomó conmigo, empezó a insultarme «narizotas», «narizotas»… (hombre, yo no soy chato precisamente, pero estaba mosca). Y cuando nos retirábamos para los vestuarios me hizo señas de que me «estaba esperando fuera…». Yo creí que me iba a partir la cara y salí rodeado de compañeros y con bastante miedo. Resulta que no, que era un entusiasta del fútbol —al margen de su pasión por el equipo de sus colores— y que tras felicitarme por el partido me invitó a unas copas. Curioso: hoy dura, aún, mi amistad con él…».
Entramos en ese entrañable capítulo de las anécdotas, los pequeños sucesos:
«Nunca lo dije, pero el club de mis amores —después de La Cultural, claro— fué el Español. Veréis. Cuando empecé a darle a la pelota decían que me parecía a Teruel —jugador españolista e internacional— y una vez tuve a mi ídolo frente a mí, estrechándonos las manos como capitanes. Su presencia, su fama, su caballerosidad en el campo, me hizo querer a ese equipo. Por cierto, en ese partido contra el Español se lesionó gravemente el culturalista Malet y tuvo que abandonar el fútbol.
Mira, la cantera leonesa fué siempre estupenda… y pocos la cuidaron. Cuando Calo actuaba de defensa derecho, yo le decía:
«contigo no necesito ni medio ni interior», y es que daba balones y balones…
