MACARIO, «EL OBRERO»
Su nombre completo es el de Macario Martín Herrero, su nombre de guerra, el de las alineaciones, Macario y su apodo cariñoso «el obrero». Macario fué el prototipo del defensa: viril, contundente, bravo, un baluarte como la copa de un pino. Ya es famosa la frase de los aficionados: «con once Macarios, otro gallo nos cantaría…».
Aquí nos cuenta sus vivencias:
«Me inicié en el equipo del barrio (La Pilarica) en Valladolid. Luego en el equipo de la fábrica «El Carburador» y de allí, al ingresar en la mili, el «El Alas» de aviación. Me destinaron a León y vine a otro equipo de «alas», El Maestranza. Estuve en sus filas hasta que desapareció. Y después, en La Cultural, en mil novecientos cuarenta y cinco. A finales de año. Antes fuí «entrenador segundo» en Maestranza (y enseña, lleno de orgullo) una carta que dice: «por su comportamiento le comunicamos haber sido nombrado segundo entrenados y le agradecemos sus desvelos y cariño al club».
Era, como recordaba Macario, un entrenador segundo totalmenta amateur. Y a finales del 45, a La Cultural…
«Isidro era entrenador. Morán, el sastre, se fijó en mí. Faltaban varios días para que se iniciara la competición y no había jugadores en la plantilla blanca. Pasamos cuatro del Maestranza: Lázaro, Falagán, Arriola «el gorra» y yo. Actuaba de medio centro… una especie
de central que marcaba y atacaba. En La Cultural me pusieron de zaguero derecha. Las tácticas empezaban a cambiar. Jugábamos en El Ejido. Recuerdo una alineación contra el Sporting: Manolín; yo, Ponte y Foces en la defensa; Barbeito y Clemen, medios y delanteros Miche, Pino, Chas, Vallejo y Pueyo. Acabó el partido con empate a cero y precedió al ascenso. Era presidente don Antonio Amilivia y nos regaló a cada uno una copa. Había, naturalmente, más jugadores: Tavilo, Orejón… yo no jugué en Primera. Tenía treinta años y te «retiraban» los jóvenes. No sé, desde luego, como me dejaron marchar. Yo cobraba tres mil pesetas y había otros de sesenta y setenta mil…».
Macario, el obrero, guarda celosamente algunas cartas. En una leemos: «Al no percibir cantidad alguna de ficha y por su entusiasmo y dedicación a los colores que viene defendiendo con tanta pasión y amor propio, queremos recompensarle con mil pesetas, uniendo a ello nuestra más sincera felicitación». La carta tiene fecha del diez de diciembre de 1.951. Y hay otra, de mayo del 54, en que se habla también de dinero: «La junta directiva ha acordado concederle la cantidad de doscientas pesetas a la vez que le felicita por el interés demostrado en defensa de los colores del club el pasado domingo ante el Lérida».
«Bueno, explica nuestro interlocutor, esto no era normal. Igual te daban veinte duros como doscientas pesetas. Esto era algo extraordinario que me dieron a mí sólo. Pero a otros sí que les pagaban regularmente…».
Victoriano Crémer, en el por aquel entonces, popular espacio radiofónico «El aplauso del día», escribía: «Lo admirable de Macario es la regularidad en el rendimiento de su juego. Méritos sobrados para un homenaje, pero es que, además, otras virtudes adornan su persona: seriedad, disciplina, desinterés. De esto puede dar fe la directiva leonesa que siendo la primera en reconocerlo, se ha puesto a la cabeza de una comisión organizadora para que el partido homenaje a Macario sea un acontecimiento…».
Macario se acuerda, como no…
«Sí. Unos cuantos aficionados quisieron organizar el homenaje.
La directiva, en principio, lo vió bien. Yo traté de traer al Valladolid.
Alguien (por favor, nombres no… ya no hay rencor) puso todas las zancadillas posibles. Que si no podía usarse El Ejido por estar recién puesto el césped… (por cierto el encargado me aseguró que no había problema, que si se levantaba algún tapín lo ponía de su bolsillo);
pero nada, tuvimos que ir al Hispánico. Por si fuera poco el entrenador, que tenía cuatro o cinco chicos para probar, se los llevó a Salamanca a un partido de preparación. Vamos, que me quedé con varios jugadores del Júpiter, con mis dos hermanos y con los reservas.

Además, en el Hispánico debía dejar entrar a los socios. Al final dije: «de acuerdo ¡entrada gratis para todo el mundo! !menos mal que algunos amigos habían vendido eso que se llama ahora «la fila cero» y que el Valladolid rebajó a la mitad sus gastos. Es que si no… aún pongo dinero»…».
Macario sigue recordando, al margen esas pequeñas desventuras, su época…
«Como entrenadores tuve a Isidro, Paradela (oficial del ejército, entrenador, profesor de Educación Física y defensa), Moro, Galarraga. La táctica entonces era lo que se «inventó» veinte años después:
«el fútbol fuerza. Todos atacan cuando pueden y defienden todos cuando hace falta». Yo era un defensa de potencia… siempre dejaba terreno al extremo. Nunca le marcaba «pegado», «al clavo». Como era muy rápido no me importaba que se adelantara. ¿Duro…? Pues entraba fuerte, si… pero nunca lesioné a nadie y yo si tuve un par de lesiones. Algunos de ahora dicen que mi estilo se parecía al de Pirri pero me dá vergüenza decirlo. Yo, desde luego, ponía corazón y amor al club en cada partido, en cada entrada…».
Hay que hablar de aquella época y sus curiosidades…
…¿Cuidarse? ¿relajarse…? ¿concentraciones…? Mire usted: el primer viaje fué a Santiago para jugar contra el Compostela. Ibamos con un coche de Juan García y se averió. Pasamos la noche en la carretera y, después de empujar, llegamos justo a la hora del partido.
i Y tan frescos 1 El compañerismo era otra de las grandes virtudes de aquella época. Yo, normalmente, tenía siempre de compañero a Andrés que también era defensa. En la habitación, en el autobús, preparábamos «nuestra» táctica o los trucos… ya sabéis, «si yo voy, tu te cruzas…», «si yo te grito, tu coges al mío…». Y yo tenía una gran velocidad y eso que trabajaba en Aviación. Tal vez eso, el trabajar, me perjudicó. Como no vivía del fútbol nunca protestaba…
como no protestaba no se preocupaban de pagarme.
Una vez fuí a Pontevedra. Probé durante ocho días y quedaron contentos. Corría el año cuarenta y siete y les pedí setenta mil pesetas de ficha. Dijeron que sí… que me las daban. Me trajo el recado Enrique Blanco Pérez «que están de acuerdo, que te vayas…» y La Cultural no me dió la baja. Les hacía falta a ellos… que me tenían gratis»

Y está, Macario, lo del apodo de «obrero».
«…No, no me molestaba. Lo era (bueno, lo soy). Además sé que la afición se refería a mi entrega, a mi trabajo. Ennoblecía mi misión en el campo que me conceptuasen un trabajador. Y es que en el fútbol hay mucho «arquitecto» de diez minutos…, de cuatro filigranas y otros, como yo, que estábamos todo el partido a tope. Entrenaba los miércoles y los jueves… el viernes no podía restárselo al trabajo y como La Cultural no pagaba…
Sinceramente al conseguir el ascenso me planté: «dinero o dejo de hacer el tonto». Y como tantas y tantas veces se prefirió pagar el oro a los de fuera… No, si no me quejo, pero daba pena. Yo lo máximo que cobré fueron tres mil pesetas y otros que nunca sudaron se llevaban miles de duros…».
Hay, para finalizar, una anécdota:
«…El partido contra el Avilés era decisivo para el ascenso y primero marcaron «ellos», los asturianos. Toda la fiesta estaba preparada: cohetes, globos, la banda de música… Pero la Junta, al ver aquello tan mal, le dijo a don Rafael, director entonces de la Banda Municipal: «váyanse… váyanse para casa. Si hace falta le avisaremos…».
Después se ganó el partido, por cierto».
Por último Macario recuerda con nostalgia:
«…La defensa clásica, entonces, era Galarraga; Macario, Casuco y Andrés. Según la prensa de Madrid uno de los mejores bloques defensivos del fútbol español…».
