TAGARRO, 25 ANOS DE CEREBRO GRIS

Llegó al club en 1.940… y permaneció hasta el 65. Esto no es un capítulo. Esto, por sí sólo, es ya una novela.
Federico Tagarro es uno de esos hombres que trabajan —sin
cargo directivo— y desviven en favor de un club, de un equipo, aseso-
rando a una serie de juntas. Federico Tagarro fué, durante muchos años, «el cerebro gris» de La Cultural.
«…Nunca fuí directivo pero siempre un gran aficionado y dispuesto a ayudar. Siendo un niño —socio infantil de La Cultural— recuerdo al fundador y presidente don Miguel Canseco. Recuerdo perfectamente a mis ídolos de entonces: Camilo, Argüello, Ardilla, Gordón, Terenciano Méndez que era primo mío; Colinas, Pantaleón, Isidro, Moro… y así se inició mi afición, cariño y pasión por el fútbol en general y La Cultural en particular.
Un amigo —ya estamos en 1.940—, le habló de mi a Francisco Valdés —entonces residente— y me liaron para «unos pocos meses», que luego alcanzaron los veinticinco años. Era una especie de gerente, secretario técnico, asesor… como quieras llamarlo. ¿Presidentes que conocí? Aún a riesgo de olvidarme de alguno, ahí van esos nombres:
Valdés, al que sustituyó Hermosilla; después Francisco González, los tres ya fallecidos e ilustres leoneses que aceptaron el cargo por presiones y cariño a la ciudad, ya que no entendían de fútbol. Le siguió don Antonio Amilivia en su primer período, tras él José Reyero; después Fernando Rodríguez Pandiella, luego Salvador Rocha; Antonio Díez, retorno de Amilivia en la época del ascenso de tercera a segunda, vuelta a ascender y esta vez a primera con el único salto en la historia del club a la División de Honor. Abandonaría por injustas críticas dejando al club como puntero en segunda. Después vino José Montes, en un difícil momento; más tarde le relevó Eduardo Pérez López que hacía las veces de Secretario General; seguidamente cogió el mando Demetrio Villalón y al cuarto año, sin finalizar su mandato, ocupó el cargo Toribio Morán en un momento dramático, tanto deportiva como económicamente. Después los Hermanos Rabanal. Ahí, en esa etapa, abandoné de manera definitiva mi vinculación a La Cultural…
Mi tarea (gerencial, técnica, sin pisar el campo ¿eh?) fué variada. Tal vez la época de mayor trabajo fué con Amilivia o con José Montes. Amilivia, sin duda, era un hombre perfectamente enterado, ya que había sido directivo de otros clubs, entre ellos un primera —el Atlético de Madrid— y tenía ideas claras. Montes era un hombre optimista, todo corazón, dinámico, pensando que —al margen de los resultados— formábamos el mejor equipo del mundo. Era, además, un hombre muy competente para la burocracia interna…, para ese papeleo obligado y engorroso aún cuando de fútbol no entendiera demasiado.
La verdad es que no tuve problemas con ninguna Junta y todos los que han pasado tienen mi respeto y admiración. Poco a poco, y tras observar mi tarea, iban entregando su confianza. No… no tengo motivos de censura para ninguna junta. Además las circunstancias son siempre distintas. Como las posibilidades. Como los hombres que las
forman. Por ejemplo, Amilivia estaba rodeado de lo que podría llamarse un «preponderante grupo de notables» como Barthe, Solana, Pereira, Salgado… igual cfue José Montes con Díez Robles, Rodríguez Cardet, Arroyo Quiñones, Pérez López, Garro, Bel. O sea, no es lo
mismo contar con un grupo de personas destacadas, con poder, que tener que pechar con angustiosas situaciones y sin compañeros válidos. Una directiva, que, por cierto, salvó una situación difícil fué la de Pandiella que se hizo cargo cuando La Cultural acababa de derrumbarse y con graves sanciones federativas. Hubo que echar mano al bolsillo muchas veces, como sin duda sabéis…
Otro ejemplo, tal vez el más complicado de todos, fué en la campana 64/65 cuando al dimitir dos presidentes (Villalón y Blanco),
el equipo se quedó huérfano y sin un céntimo y tras la deserción de jugadores. Toribio Morán se hizo cargo y afrontó, en principio, una deuda a la Federación. El señor Morán consiguió con su presencia y al frente de un grupo de tres personas (yo entre ellas) que no desapareciese La Cultural, consiguiendo la colaboración desinteresada de varios jugadores. Se salvó la tragedia por los pelos. Y unamos, por fin, a la Junta presidida por los hermanos Rabanal que con una deuda de tres millones y sin jugadores hicieron la ingente tarea de poner en pie, otra vez, al club leonés…

Te quiero decir con esto que no se puede juzgar con el mismo rasero a las directivas… hay que conocer su entorno. Los problemas que tenían y las posibilidades con que contaban».
Tagarro, cerebro gris de La Cultural, intervino en muchos fichajes. Era una de sus misiones…
«Yo procuraba ojear jugadores y si, luego, consideraba que alguno reunía condiciones, le sometía al criterio de la Junta pues siempre «ven más cuatro ojos que dos». Se les hacía una prueba y si resultaba lo fichábamos. De manera personal, por mi cuenta, me traje a
Nino y Clemen. Al primero lo ví en un partido que jugamos en Zaragoza contra el Escorianza —me lo había recomendado el gran periodista Vigil—Escalera que estuvo muchos años en PROA y entonces trabajaba en un diario zaragozano— y en aquel partido, al margen de los informes que ya tenía, me gustó muchísimo. Y Ciernen actuó aquí, en León, con el Burgos. Recomendé ambos fichajes pero, insisto, siempre con el visto bueno de la Junta. Nino y Ciernen fueron, pues, jugadores culturalistas y creo que a plena satisfacción. En el resto de los fichajes la Junta me pedía opinión pero, lo dicho, ellos eran los que hacían efectivos los fichajes. La mecánica sí, eso era cosa mía. Y tengo que decir que, defendiendo al club, siempre intentaba que imperase el mayor espíritu de justicia en favor del futbolista. Entonces los chicos no conocían los trámites ni triquiñuelas. Me parece que siempre me porté de forma honesta y prueba de ello es que todos, todos sin excepción, fueron mis amigos. ¿Los más extraordinarios en cuanto rendimiento…? Pues los ya citados Nino y Ciernen; Ponte, Vallejo, y retrocediendo en el tiempo Severino, jugador con unas facultades fuera de lo común. Y puedo añadir a esta lista a los Florenza, del Pino, Calo, López, Amaro, Macario, Chas, Miche, Angelín, muchos…, muchos, la verdad. ¿Los «clavos…»? Alguno hubo, cómo no… tal vez citaría ahora a Rafaelín, fichado con la Junta del señor Montes, y Cruz, enrolado en la época de Fernández Rabanal. Buenos chicos, pero no rindieron como futbolistas…».
Vamos, Tagarro, con los recuerdos:
«El de mayor alegría, sin duda, el ascenso a la Primera División con Antonio Amilivia. Y el peor, el más triste, los gravísimos apuros cuando Toribio Morán se hizo cargo del club y no desapareció de puro milagro…; me gustaría dejar constancia aquí que, en aquella terrible situación, la Ponferradina (su Junta Directiva) tuvo un comportamiento ejemplar pues desplazó al equipo a León para jugar un amistoso y recaudar fondos. Incluso no querían quedarse a cenar, después del partido, para no aumentar nuestros gastos. Tuvo que insistir mucho Toribio Morán…
Para mí el mejor saldo o premio a los veinticinco años de tarea en el club fué la satisfacción del deber cumplido en el equipo de mi tierra. Ahora bien, cuando recibí la insignia de oro del club con una carta muy afectuosa del señor Amilivia, se colmaron mis aspiraciones.
Otra insignia de oro me la concedió la directiva del señor Montes y me fué impuesta en una cena homenaje a la que asistieron miembros de la Federación y, por último, la propia medalla al mérito deportivo concedida por la Federación…».
Esta es, en pocas líneas, la historia de un hombre que —durante veinticinco años— dedicó ese cuarto de siglo a La Cultural en un puesto técnico. Su sapiencia le llevó a consolidar un «mote» que bien refleja la personalidad de Federico Tagarro: «el cerebro gris» de La
Cultural.
